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Es curioso que ciertas cosas que a veces pueden parecer sin importancia se conviertan en algo tan relevante. ¡Esta es mi historia con los vestidos de baño! Siempre quise tener muchos, miles. Ese era uno de mis sueños cuando tenía 14 años, me encantaban los vestidos de baño, nadar, broncearme... Todo el tiempo observaba a una de mis vecinas que se bronceaba todas las mañanas y cada una de las veces lo hacía con un vestido de baño diferente. Yo tenía varios —unos 3 o 4 — que mi mamá me había comprado pero nunca eran suficientes. Me gustaba tener uno para nadar, otro para broncearme y otro para bajar a la piscina a charlar. También recuerdo que tenía un enterizo que solo usaba para jugar ponchado. De hecho un novio que tuve me regaló un vestido de baño cuando cumplí 15 años y nunca lo voy a olvidar, todavía lo tengo, y aunque ahora me parece un tris feito: en su momento lo amé con locura. Recuerdo que era de pinel. Y bueno, esta pequeña obsesión se convirtió en mi pasión, me encanta diseñar vestidos de baño, tengo un montón y adoro entender las necesidades de cada persona porque aunque para muchos puede que no tenga mucha relevancia siempre he pensado que los vestidos de baño nos dejan vernos y mostrarnos como somos. Son los que sacan a flote nuestras vergüenzas y nuestros miedos... Para muchas: nuestras cicatrices. Así que, cuando de vestidos de baño se trata, me lo tomo muy enserio. ¡Este pequeño sueño se ha convertido en uno grandote que es @benditamariamaria! 🤗🖤☀️👙

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