Me enseñaste a mentir. Cubrí mis ojos de ilusión pensando que todo estaría bien, pero no. Me hiciste creer de nuevo que en alguna minúscula parte del planeta existía ese pedacito de amor y que en mí, habría algo más de humanidad. Y una vez más, mentiste. Comprendí que de ilusiones vive la gente, pero de ellas nadie muere. Que está bien vivir una fantasía de vez en cuando, pero estar con los pies en la tierra es lo que yo prefiero. Gracias, una y otra vez gracias. Mentir es algo natural, pero yo prefiero no hacerlo. Esta no es una simple carta de despedida, esto es sólo el comienzo.
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