Fui a todos lados anhelando un día llegar contigo, caminé por todos rumbos deseando que la vida me llevara hasta tu lado; mis ojos rodeando todas las aceras te miraban desde lejos, a la distancia te escuchaba, me enseñabas el mundo de tus pasos, los atardeceres que te encontraban, las montañas, ríos, ciudades que te acompañaban, y yo acompañandote por siempre. Me compartías poco a poco tu mundo, y mucho a mucho todos tus andares; volimos a vernos, a encontrarnos a cada paso en el tiempo, por tantos años nos reconocimos, volviamos a reencontrar con ello, por eso nunca nos sentíamos perdidos, por eso nunca nos sentíamos solos en nigún momento desde que frente a frente estuvimos. Hoy que la vida nos envuelve en este remanso inefable, en nuestro para siempre que danza con euritmia entre todos los lugares que nos encuentran; puede que sea el momento exacto, pues las tardes contigo brillan como un diamante buscando entereza, la forma perfecta hasta llegar contigo. El momento que andamos, vuela como todas las supernovas, acantilados cósmicos que nos traerá de nuevo el frío de primavera. Y así pasa el tiempo entre nosotros, que pasa y no, que se detiene y avanza con furia; hoy caemos en donde este presente se torna con firmeza, llevado por las velas que nos piden un norte y ante ese nuestro invierno infinito, ya sabes, el que nunca nos cala, incluso llegamos a amarlo… que ¿qué vamos a hacer en el Everest, si de pronto a -5º tenemos frío? Te voy a abrazar tan fuerte como hoy y la vida seguirá teniendo sentido. Te amo, Irisabella
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