Una vez un hombre heredó un terreno fértil, tan fértil que cualquier semilla que cayera en él germinaría rapidamente. Varias semillas cayeron en el campo un día creciendo completamente porque a todas les brindó la atención y los cuidados que requerían, pero unas fueron de gran utilidad mientras que otras no resultaron ser tan provechosas. Desde entonces comenzó a brindar mayor atención a las plantas que mejor les convenía y que lo alimentaban positivamente mientras que, a las que no, les dejaba de ocupar su tiempo en ellas quedando ahí en el olvido; forman parte del terreno pero como un recuerdo de algo que creció y que gracias a esa experiencia le permitirá identificar desde que comienzan a germinar, las plantas que inmediatamente debe descartar para no estropear más su terreno. Y así fue, como después de tantos años, de logros y fracasos, que se convirtió en un cultivador equilibrado, feliz y sereno.
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