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Algunos dicen que nos estamos dirigiendo a la extinción; otros, a una dorada era de paz. Pero, ¿qué dice Dios? Génesis 1-2 Durante el relato de la creación, Dios dijo: “Haya…” o simplemente “Sea …” y todo lo que Él dispuso llegó a existir. Pero esto cambió en Génesis 1.26, cuando dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”. Luego, en el cap 2, descubrimos que Dios “formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida”, e hizo a Eva de la costilla de Adán (Génesis 2.7, 22). Nada más en la creación de Dios recibió tal atención personal, práctica y directa, como la humanidad. Adán y Eva no solo fueron creados a imagen de Dios, y diseñados y formados personalmente por Él, sino que, además, se les dio autoridad sobre todos los animales y se les confió el cultivo y la conservación del huerto. La humanidad fue la cúspide de la creación de Dios. Génesis 3 Este cap. presenta el origen de todos los problemas, adversidades y sufrimientos que experimentamos hoy en el mundo. Cuando Adán y Eva pecaron, su condición y su ambiente perfectos se perdieron. A partir de ese momento, la humanidad heredó una naturaleza pecaminosa, vivió en una tierra maldecida y fue destinada a morir. El deseo de eliminar la pobreza y la esclavitud, curar todas las enfermedades, superar la delincuencia y la guerra, y lograr la inmortalidad por medio de la tecnología, nunca será una realidad mientras vivamos con naturalezas pecaminosas en un mundo caído. Pero eso no significa que no tenemos esperanza. Jesucristo —(Génesis 3.15) (Ro 5.17) Las condiciones que la humanidad sueña lograr con sus conocimientos y esfuerzos, podrán ser una realidad solo por medio de Cristo cuando Él impere como Rey. Todos los problemas que nos han afligido a lo largo de la historia, como muerte, violencia, angustia, egoísmo y dolor, ya no existirán. Los planes de Dios para la restauración de la humanidad del pecado, corrupción y muerte son gloriosos. Pero, por desgracia, muchos nunca serán parte de ellos. Quienes se nieguen a recibir a Cristo como Salvador, seguirán en su condición pecaminosa y sufrirán las consecuencias eternas de una vida no redimida (Apocalipsis 21.8)

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