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“NO PUEDO”

¿Cuántas veces has oído decir estas palabras? Muchas veces a mucha gente y seguro que tu también las has dicho alguna vez.

Por lo general las personas que suelen decirlas son personas pesimistas. Las optimistas son personas que esperan que les vayan bien las cosas y se predisponen a ello. Los pesimistas son personas que esperan que les vayan mal y se predisponen a ello también. Por ejemplo, si una persona confía en que conseguirá lo que se propone, probablemente lo intentará. Por el contrario, si sospecha el fracaso, lo más probable es que no lo intente. La duda puede incapacitarnos para llevar a cabo cualquier tarea que nos hayamos propuesto.
La esperanza tiene que ver con la ilusión por alcanzar un determinado objetivo, o de conseguir metas concretas. Esta esperanza fomenta la disposición a creer que las metas que uno se fija se pueden alcanzar si invertimos la energía necesaria. Naturalmente, las personas que en el pasado han alcanzado sus objetivos con esfuerzo y planificación tienden a ser más optimistas cuando se plantean metas nuevas.
La capacidad para planificar el camino a recorrer hasta lograr lo que nos proponemos requiere identificar la meta y los pasos para conseguirla. Exige también cierta flexibilidad: “Si no lo puedo hacer de ésta forma, buscaré otra alternativas”. Los optimistas transforma sus anhelos en desafíos y confían en su capacidad para superar las barreras que se interponen en su camino. Esta forma de esperanza se alimenta de la seguridad en uno mismo.
La fuerza de voluntad y las expectativas favorables configuran la determinación que nos impulsa a perseguir lo que deseamos y a mantener nuestro esfuerzo para conseguirlo. Esta determinación fomenta pensamientos como “yo puedo”, “lo intentaré”, “estoy preparado para hacerlo” o “tengo todo lo que necesito para lograrlo”.
Se podría decir que una buena ración de propósito, diligencia y motivación nos ayuda a resolver situaciones difíciles. Porque lo realmente valioso rara vez se consigue sin esfuerzo o riesgo.

Los individuos de talante optimista mantienen una visión positiva del futuro, tienden a considerar posible lo que desean, y esperan lograr las metas que se proponen.

Para concluir, me gustaría compartir un relato que lo recuerdo a menudo cada vez que oigo decir “no puedo”. ¡Espero que os guste!.
Se trata de una profesora que en una sesión de formación mandó a sus alumnos que rellenaran una hoja de papel con ideas y sugerencias. ¡Pero, estaban todos incluida la profesora llenando una hoja de “no puedo”!.
Al terminar, todos doblaron la hoja y la metieron dentro de una caja de zapatos y fueron hasta el rincón más alejado del jardín, más allá del patio de recreo. ¡Iban a enterrar los “no puedo”!. La excavación les llevó unos 10 minutos porque la mayoría de los niños querían participar. Todos unidos formaron un círculo alrededor del hoyo, transformado en tumba. La profesora pronunció una plegaria de despedida. Era ésta:
_Amigos, hoy estamos reunidos para honrar la memoria del “No puedo”. Mientras estuvo con nosotros en la tierra, afectó a las vidas de todos, de unos más que de otros. Su nombre, desdichadamente, ha sido pronunciado en todos los edificios públicos … en escuelas, ayuntamientos, en el trabajo e incluso en el parlamento.
Hemos buscado para “No puedo” un último lugar de reposo y una lápida que lleva su epitafio. Le sobreviven sus hermanos y hermana, “Quiero”, “Puedo” y “Lo haré inmediatamente”. No son también conocidos como el célebre difunto y aún no tienen la fuerza y el poder que éste tenía. Tal vez algún día, con vuestra ayuda, dejen en el mundo una huella mucho más importante.
Ojalá que “No puedo” descanse en paz y que en su ausencia todos los presentes rehagan su vida y sigan adelante. Amén.

Terminada la ceremonia, los estudiantes volvieron a la escuela. Como parte de la celebración, la profesora recortó una gran lápida de cartón. En la parte superior escribió “No Puedo” y las letras RIP en el medio, abajo añadió la fecha.
La lápida de cartón la colgó en la pared del aula durante el resto del año. En las raras ocasiones en que alguno de los alumnos olvidaba el acto y decía “No puedo”, la profesora se limitaba a señalarle la lápida. Entonces, el niño o la niña recordaba que “No puedo” había muerto y buscaba otra forma para expresarse.

Me gustaría que aplicarais ésta formula de la profesora en vuestras vidas. Veréis cómo con el tiempo os puede cambiar vuestra vida y forma de pensar.

ELABORACIÓN PROPIA.
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